Este texto busca explorar los dos primeros largometrajes del cineasta argentino Pablo Fendrik, El asaltante (2007) y La sangre brota (2008), con enfoque en los desplazamientos de los personajes por el espacio urbano y las diversas formas de violencia que componen las narrativas. En estas producciones, la ciudad constituye una potente línea de fuerza para percibir la vida social y sus conflictos; no es solo un escenario sino una pieza fundamental y estructurante. El transitar se configura como elemento organizador de la experiencia y determina la dirección y el ritmo de los acontecimientos. La violencia sobre los cuerpos reverbera en una violencia social más amplia y los desplazamientos físicos representan la desesperación, la agonía y la falta de salida ante la coyuntura que enfrentan. Así, se analizará de qué modo se construyen las experiencias de transitar y relacionarse en un ambiente hostil que rodea y presiona a los personajes, el ininterrumpido tránsito al que parecen estar condenados y la brutalidad que contamina todas las interacciones.
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