Este texto analiza la película Zama (2017) de Lucrecia Martel, destacando como la directora subvierte las representaciones tradicionales del héroe colonial a través de los personajes de Don Diego de Zama, un sujeto colonial en descomposición, y Doña Emilia, una mujer indígena que resiste, construyendo una crítica al poder colonial y al proceso de mestizaje forzado. La película se configura como una contra-historia de la colonización en la que los saberes locales y las voces indígenas emergen como protagonistas, desplazando los relatos hegemónicos de la conquista. El análisis se enfoca en la estética sonora y visual de Martel, quien descoloniza la narrativa cinematográfica mediante una percepción auditiva que desafía la primacía de la imagen. En la película, la música y los efectos sonoros no sólo enriquecen la ambivalencia de los espacios coloniales representados, sino que también transforma el paisaje sonoro en un espacio de resistencia, donde las voces y sonidos que habitualmente permanecen fuera de campo adquieren protagonismo, cuestionando las estructuras narrativas do poder.
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